Durante los procesos contra Oscar Wilde se mencionó a menudo la novela de Oscar Wilde, de manera que una obra de un autor puede llevarle a la picota, término que utilizó el propio Wilde. Recojo a continuación las ocasiones en que se menciona la obra, básicamente durante la demanda de Wilde al Marqués de Queensberry.
Demanda contra el Marqués de Queensberry
Abogado de Oscar Wilde: Clarke.
Abogado del Marqués de Queensberry: Carson.
3 de Abril de 1895
CLARKE: Las otras preguntas son relativas al libro Dorian Gray. ¿Fue publicado primero por entregas?
WILDE: Se publicó primero en Lippincott, y después en forma de libro, con algunos capítulos adicionales. Fue muy criticado.
CARSON: Después de las críticas que se le hicieron a Dorian Gray, ¿lo modificó mucho?
WILDE: No; se le hicieron agregados. En una ocasión se señaló -no en un periódico ni algo por el estilo, sino por el único crítico del siglo cuya opinión tengo en gran estima, el señor Walter Pater- que cierto pasaje podría ser propenso a mala interpretación y le hice un agregado, para aclararlo.
CARSON: Ésta es su introducción a Dorian Gray: “No existe cosa tal como un libro moral o inmoral. Los libros están bien escritos o mal escritos”. ¿Esto expresa su punto de vista?
WILDE: Mi punto de vista en arte, sí.
CARSON: ¿Entonces debo deducir que, en su opinión, por inmoral que sea un libro, si está bien escrito, es un buen libro?
WILDE: Sí, si estuviera tan bien escrito como para dar una sensación de belleza, que es la sensación más elevada de que es capaz el ser humano. Si estuviera mal escrito produciría una sensación de desagrado.
CARSON: Entonces un libro bien escrito que sugiera puntos de vista perversos puede ser un buen libro?
WILDE: Ninguna obra de arte sugiere puntos de vis ta. Los puntos de vista pertenecen a gente que no es artista.
CARSON: Una novela perversa ¿puede ser un buen libro?
WILDE: No sé qué quiere decir usted con eso de "novela perversa”.
CARSON: ¿Entonces puedo sugerirle Dorian Gray como una novela sujeta a ser interpretada de esa forma?
WILDE: Podría serlo, tan sólo, para brutos e ignorantes. Los puntos de vista en arte de los filisteos son in calculablemente estúpidos.
CARSON: ¿Una persona ignorante, al leer Dorian Gray, podría interpretarla de esa forma?
WILDE: Los puntos de vista en arte de los ignorantes son inexplicables. A mí me concierne solamente mi punto de vista en arte. Me importa un bledo lo que otra gente piense de ello.
CARSON: ¿La mayoría de las personas caerían bajo su definición de filisteos e ignorantes?
WILDE: He encontrado algunas maravillosas excepciones.
CARSON: ¿Cree usted que la mayoría de las personas ocupan el nivel que les está dando?
WILDE: Me temo que no están lo suficientemente cultivadas.
CARSON: ¿No cultivadas lo suficiente como para poder distinguir entre un buen libro y un mal libro?
WILDE: Por supuesto que no.
CARSON: ¿El afecto y el amor del artista de Dorian Gray podrían llevar a un individuo corriente a creer que tenía ciertas inclinaciones?
WILDE: No tengo conocimiento de los puntos de vista de individuos corrientes.
CARSON: ¿No impidió usted que los individuos corrientes compraran su libro?
WILDE: Nunca los desanimé.
CARSON: (Lee pasajes de El retrato de Dorian Gray, en los cuales el pintor Basil Hallward relata a Lord Henry Woton sus primeros encuentros con Dorian Gray. Las citas son de la versión original de la obra, tal como apareció en la revista mensual Lippincott, de julio de 1890). “...La historia es ésta: Hace dos meses fui a una de las reuniones de Lady Brandon. Usted sabe que nosotros, los pobres pintores, debemos mostrarnos de vez en cuando en sociedad, para recordarle al público que no somos salvajes. Con un frac y una corbata blanca, como usted me dijo una vez, cualquiera, incluso mi corredor de Bolsa, puede ganar reputación de civilizado. Bien; después de haber estado en el salón alrededor de diez minutos, hablando con enormes viudas excesivamente adornadas y aburridos académicos, de golpe tuve la sensación de que alguien me miraba. Me volví y vi a Dorian Gray por primera vez. Cuando nuestros ojos se encontraron, me sentí palidecer. Un extraño terror instintivo me poseyó. Supe que me encontraba cara a cara con alguien cuya sola personalidad era tan fascinante que con sólo permitírselo, absorbería todo mi ser, toda mi alma, mi mismo arte. No deseaba ninguna influencia externa en mi vida. Ya sabe usted, Henry, lo independiente que soy por naturaleza. Mi padre me destinaba al ejército. Insistí en ir a Oxford. Entonces me hizo ingresar en el Middle Temple. Ante de haber ingerido media docena de comidas abandoné los tribunales, y anuncié mi decisión de dedicarme a la pintura. He sido siempre mi propio dueño; al menos siempre deseé serlo, hasta que encontré a Dorian Gray. Entonces... Pero no sé cómo explicárselo. Algo pareció el destino decirme que me hallaba al borde de una terrible crisis en mi vida. Tuve la extraña sensación de que me reservaba alegrías y penas exquisitas. Supe que si le hablaba a Dorian Gray, me consagraría absolutamente a él. Supe que no debía hablarle. Sentí miedo y me volví , para abandonar el salón. No fue la conciencia lo que me hizo actuar en esa forma: fue cobardía.
“No trato de disculparme por haber querido escapar.
-Escrupulosidad y cobardía son realmente la misma cosa, Basil. La conciencia es la marca de fábrica de la firma. Eso es todo.
-No creo eso, Harry. Sin embargo, cualquiera que fuese el motivo -podría ser orgullo, porque solía ser muy orgulloso, lo cierto es que me encontré forcejeando hacia la puerta. Allí, por supuesto, tropecé con Lady Brandon: "No se irá a escapar tan pronto, señor Hallward", chilló. ¿Recuerda usted la voz terriblemente penetrante que tiene?
-Sí. Es un pavo real en todo, menos en belleza -dijo Lord Henry, reduciendo a pedazos la margarita, con sus dedos largos y nerviosos.
-No me pude librar de ella. Me llevó hasta realezas y gente con estrellas y condecoraciones y maduras damas con gigantescas tiaras y narices ganchudas. Habló de mí como de su más querido amigo. Solamente la había encontrado una vez, pero se le metió en la cabeza que era así. Creo que algún cuadro mío había tenido gran éxito en ese entonces o, por lo menos, que había sido comentado en los diarios de un penique, que son los pilares de la inmortalidad en el siglo diecinueve. De golpe me encontré cara a cara con el joven cuya personalidad me había perturbado tan extrañamente. Estábamos muy cerca, casi tocándonos. Nuestros ojos se encontraron. Fue una locura, pero le pedí a Lady Brandon que me lo presentara. Tal vez no haya sido una locura tan grande, después de todo. Era, simple mente, inevitable. Nos hubiéramos hablado sin ser presentados. Estoy seguro de eso. Dorian me lo dijo después. Él también presintió que estábamos destina dos a conocernos.
-...Dígame algo más sobre Dorian Gray. ¿Lo ve muy a menudo?
- Todos los días. No podría ser feliz si no le viera diariamente. Claro que a veces es sólo por unos minutos. Pero unos pocos minutos con alguien a quien uno adora significan mucho.
-¿Pero le adora usted, realmente?
-Sí.
-¡Qué extraordinario! Yo pensaba que usted no se preocuparía nunca por otra cosa que no fuera su pintura, su arte, diría. ¿Arte suena mejor, no es así?
-Dorian es ahora todo el arte para mí. A veces pienso, Harry, que hay sólo dos eras de alguna importancia en la historia del mundo. La primera es la aparición de un nuevo medio de arte, y la segunda la aparición de una nueva personalidad para el arte. Lo que la invención de la pintura al óleo fue para los venecianos y el rostro de Antonio para la escultura griega de la decadencia, será para mí, algún día, el rostro de Dorian Gray. No es solamente que me sirva de modelo pintar o dibujar. Por supuesto que he hecho todo eso. para Ha posado como Paris, revestido de una delicada ar madura, y como Adonis, con la capa de cazador y un pulido venablo. Coronado con pesados capullos de loto, se ha sentado en la barca de Adriano, mirando el verde y turbio Nilo. Se ha inclinado sobre el tranquilo charco de algún monte griego, y contemplado en la plata silenciosa del agua la maravilla de su propia belleza. Pero es mucho más que eso, para mí. No voy a decirle que no tenga relación con mi trabajo, ni que su belleza sea tal que el arte no pueda expresarla. No hay nada que el arte no pueda expresar, y yo sé que mi trabajo, desde que encontré a Dorian Gray, es bueno, lo mejor que he hecho en mi vida. Pero, en cierto modo -no sé si me comprenderá- su personalidad me ha sugerido otra forma de arte, una modalidad de estilo completamente nueva. Veo ahora las cosas de un modo distinto, las concibo diferentemente. Puedo re hacer la vida en una forma que hasta ahora me había estado oculta. "Un sueño de forma en días de pensamiento...", ¿quién ha dicho esto? Lo he olvidado, pero esto es lo que ha sido para mí Dorian Gray. La nueva presencia visible de este muchacho -pues para mí, a pesar de haber cumplido los treinta (nota: ignoro si se trata de un error en la traducción, pero Dorian en todas las ediciones tiene 20 años), no pasa de ser un muchacho- su simple presencia visible... ¡Ah! ¿Se da cuenta de lo que eso significa? Inconscientemente de fine para mí las líneas de una nueva escuela, una escuela tiene en sí toda la pasión del espíritu romántico la que y toda la perfección del espíritu griego. La armonía del alma y el cuerpo, ¡nada menos! Nosotros, en nuestra demencia, los hemos separado, inventando un realismo que es vulgaridad, un idealismo que es vacío. ¡Ay, Harry, si supiera lo que Dorian Gray significa para mí! ¿Se acuerda de aquel paisaje mío, por el que Agnew me ofreció un precio tan exorbitante, y del que no quise desprenderme? Es una de las mejores cosas que he hecho. ¿Y sabe por qué? Pues porque mientras lo pintaba, Dorian Gray estaba sentado junto a mí.
-Basil. ¡Esto es extraordinario! Es preciso que conozca a Dorian Gray».
(El interrogatorio continúa):
Ahora le pregunto, señor Wilde, ¿considera un sentimiento decoroso o indecoroso la pasión descrita de un hombre hacia un adolescente?
WILDE: Me parece que es la más perfecta descripción de lo que un artista sentiría al encontrar una hermosa personalidad, que era necesaria, en cierto modo, para su arte y su vida.
CARSON: ¿Usted cree que ése es el sentimiento que un joven debe tener hacia otro?
WILDE: Sí, como artista.
CARSON: (Empieza a leer otro párrafo del libro. El testigo pide una copia. Se le entrega una versión original. Llama la atención del testigo Wilde hacia la página 56, del volumen XVI de la revista mensual Lippincott). Me parece que esto ha sido suprimido de la versión expurgada.
WILDE: Yo no la llamo expurgada.
CARSON: Sí, ya lo sé; pero veremos: (Prosigue la lectura). «Sentémonos, Dorian -dijo Hallward, pálido y dolorido-. Sentémonos. Yo me sentaré en la sombra y tú en plena luz. Nuestras vidas son así. Responde, tan sólo, a una pregunta: ¿Has visto en el retrato algo que no te haya gustado? ¿Algo que, probablemente, al principio, no te llamó la atención pero que, te, te fue revelado?
“- ¡Basil!- Gritó Dorian, asiéndose a los brazos del sillón con manos trémulas, y mirándole con ojos ardorosos y extraviados.
-Veo que sí. No hables. Espera a oír lo decirte. La verdad es que te he adorado con sentimientos mucho más románticos de los que un hombre dispensa a un amigo. Nunca he amado a una mujer. Supongo que no tuve tiempo. Tal vez, como Harry dice, una pasión realmente grande es el privilegio de aquellos que no tienen nada que hacer, y ése es el destino de las clases ociosas de un país. Bien; desde el momento en que te conocí, tu personalidad ejerció sobre mí la más extraordinaria influencia. Admito que te he adorado locamente, lujosamente, absurdamente. Me sentía celoso de todo aquel a quien dirigías la palabra. Quería tenerte para mí solo. Sólo me sentía feliz cuan do estabas a mi lado. Y cuando estabas lejos de mí, continuabas presente en mi alma. Todo era equivocado y tonto. Y es equivocado y tonto aún. Claro que yo nunca te di a entender nada de eso. Hubiera sido imposible. Tú no lo habrías comprendido; no lo comprendo yo mismo. Un día decidí pintar un espléndido retrato tuyo. Tenía que ser mi obra maestra, es mi obra maestra. Pero, mientras lo pintaba, cada pincelada y cada partícula de color, parecían revelar mi secreto. Empecé a temer que el mundo supiera de mi idolatría. Sentí, Dorian, que había dicho demasiado. Entonces fue cuando decidí no permitir nunca que se expusiera el retrato. Tú te fastidiaste un poco. Pero en aquel entonces no comprendiste todo lo que eso para mí. Harry, a quien le hablé de ello, se burló de mí. Pero no me importó. Cuando terminé el retrato senté a solas con él, sentí que yo tenía razón. Sin embargo, al cabo de pocos días, cuando salió el retrato de mi estudio y apenas me vi libre de la intolerable fascinación de su presencia, me pareció que había sido un estúpido en imaginar que había expresado algo en él, aparte de que tú eras extremadamente hermoso y de que yo sabía pintar. Aún ahora no puedo dejar de sentir que es un error pensar que la pasión que uno siente al crear se muestra realmente en la obra creada. El arte es más abstracto de lo que nos imaginamos. La forma y el color nos hablan de forma y color; eso es todo. A veces pienso que el arte oculta más al artista de lo que re vela. Así, cuando recibí este ofrecimiento de París, decidí hacer de tu retrato el máximo acontecimiento de mi exposición. Nunca se me ocurrió que rehusarías. Ahora veo que tenías razón. El retrato no debe ser expuesto. No me guardes rencor, Dorian, por todo lo que te he dicho. Como le dije una vez a Harry, tú estás hecho para ser adorado».
(Carson continúa interrogando a Wilde). ¿Quiere usted decir que ese pasaje describe los sentimientos naturales de un hombre hacia otro?
WILDE: Describe el influjo producido por una hermosa personalidad.
CARSON: ¿Una hermosa "persona"?
WILDE: Dije "una hermosa personalidad". Usted puede describirlo como quiera. Dorian Gray era una hermosa personalidad.
CARSON: ¿Debo pensar que usted, como artista, no ha conocido nunca los sentimientos descritos en esta obra?
WILDE: Nunca he permitido a ninguna personalidad dominar mi arte.
CARSON: ¿Entonces no ha experimentado nunca los sentimientos que describe?
WILDE: No. Es una obra de ficción.
CARSON: En lo que concierte a usted… ¿No tiene experiencia de ello como un sentimiento natural?
WILDE: Me parece que es perfectamente natural para cualquier artista admirar intensamente y amar a un joven. Es un episodio de la vida de casi todo artista.
CARSON: Volvamos sobre ello, frase por frase. “Admito que te he adorado locamente”. Qué dice usted de esto? ¿Alguna vez ha adorado usted locamente a un joven?
WILDE: No, no locamente. Prefiero el amor, que es una forma más elevada.
CARSON: Dejemos eso. ¿Seguimos en el plano que estábamos?
WILDE: Nunca he adorado a nadie más que a mí.
CARSON: ¿Le parece que eso es muy ingenioso?
WILDE: De ningún modo.
CARSON. ¿Entonces usted nunca ha experimentado nunca ese sentimiento?
WILDE: No. La idea fue copiada de Shakespeare, lamento decirlo. Sí, de los sonetos de Shakespeare.
…
CARSON: En otro pasaje Dorian Gray recibe un libro. El libro al que usted se refiere, ¿es un libro moral? (* Al revés, de Joris Karl-Huysmans, en muchas de las exquisiteces de El retrato de Dorian Gray. Huysmans, el que están inspiradas al convertirse al catolicismo, dejó de lado esta obra y Allá lejos, que es más importante.)
WILDE: No estaba bien escrito, pero me dio una idea.
CARSON: El libro que está a su consideración ¿no era de cierta tendencia?
WILDE: Me niego a ser interrogado sobre el trabajo de otro artista. Es una impertinencia y una vulgaridad**. (** Al referirse a la obra de Huysmans y a su protagonista, Wilde dijo en Dorian Gray: «...amando, por mera artificiosidad, esas renuncias que los hombres, neciamente, han llamado virtud, tanto como esas rebeliones naturales, que los sabios llaman pecado»)
(Dado que el testigo admitió que se trataba de la novela francesa Al revés, Carson insistió en conocer el punto de vista de Wilde sobre la moral de este libro. Clarke apeló. Y el juez Collins se opuso a que se hiciera ninguna otra referencia al libro).
CARSON: (Lee un nuevo pasaje de El retrato de Dorian Gray; se trata de una conversación entre el pintor y Dorian). «Me parece que es conveniente que sepas que las cosas más horribles se dicen de ti en Londres. Cosas que apenas me atrevo a repetirte.
“-Pues yo no tengo el menor interés en saberlas. Me gusta enterarme de los escándalos ajenos, pero los es cándalos míos no me interesan. No tienen el encanto de la novedad.
“-Deben preocuparte, Dorian. Todo hombre debe preocuparse por su buen nombre. Tú no querrás que la gente hable de ti como de un ser vil y degradado. Cierto que tú tienes posición, y dinero, y todo lo de más. Pero la posición y el dinero no lo son todo. No necesito decirte que yo no creo en ninguno de esos rumores. Por lo menos, cuando te veo, no puedo creerlos. El vicio es algo que el hombre siempre lleva escrito en el rostro. Nada hay que lo oculte. La gente habla de vicios secretos. No existen tales vicios secretos. Cuando un hombre perverso tiene un vicio, se delata a sí mismo en las líneas de su boca, en sus párpados caídos, hasta en la forma de sus manos. Alguien, cuyo nombre no diré, pero que tú conoces, vino a mi estudio el año pasado, a encargarme su retrato. Yo no lo había visto nunca antes, ni había oído decir nada de él, aunque desde entonces hasta ahora he oído no poco. Me ofreció un precio exorbitante. Rehusé. Había algo en la forma de sus dedos que se me hizo odioso. Ahora sé que estaba en lo cierto en mis suposiciones sobre él. Su vida es desastrosa. Pero tú, Dorian, con ese rostro puro, brillante e inocente, y tu juventud maravillosa y transparente... No, no puedo creer nada contra ti. Y sin embargo, apenas te veo ahora. Nunca vienes a mi estudio. Y, cuando estoy lejos de ti, y oigo todas esas abominaciones que la gente murmura acerca de tu conducta, no sé qué contestar. ¿Cuál es la causa, Dorian, de que un hombre como el duque de Berwick salga del salón de un club cuando tú entras? ¿Por qué hay tantas personas en Londres que no van a tu casa, ni te invitan a la de ellos? Tú fuiste amigo de Lord Cawdor. La semana pasada me encontré con él en una cena. Casualmente se pronunció tu nombre a propósito de las miniaturas que enviaste a la exposición de Dudley.
Cawdor torció el gesto y dijo que tú podías tener los mejores gustos artísticos, pero que no eras hombre para ser presentado a ninguna muchacha decente, ni que pudieras estar en la misma habitación que cualquier mujer honrada.
Le recordé que yo era amigo tuyo y le rogué que me explicara qué quería decir con eso. Me lo dijo. Me lo dijo delante de todo el mundo. ¡Fue horrible! ¿Por qué tu amistad es fatal a los jóvenes? Está ese desgraciado muchacho que servía en la Guardia y se suicidó. Tú eres gran amigo suyo. Está Sir Henry Ahton, que que tuvo irse de Inglaterra, deshonrado para siempre. Tú y él erais inseparables. ¿Y aquél Adrián Sengleton, que acabó tan trágicamente? ¿Y el único hijo de Lord Kent, con su carrera perdida? Ayer encontré a su padre en la calle Saint-James. Parecía destrozado por el dolor y la vergüenza. ¿Y el duque de Perth? ¿Qué clase de vida lleva ahora? ¿Qué caballero se acercaría a él? Dorian, Dorian: tu reputación es infamante...»
(Carson termina su cita y reanuda el interrogatorio).
¿No sugiere este pasaje una acusación de vicio contra la naturaleza?
WILDE: Describe a Dorian Gray como un hombre de influencia corruptora, aunque no hay ninguna afirmación acerca de la naturaleza de esa influencia. Pero, desde mi punto de vista, no pienso que una persona pueda influenciar a otra, ni creo que exista algo como mala influencia en el mundo.
CARSON: ¿Un hombre nunca corrompe a un joven?
WILDE: Creo que no.
CARSON: ¿Nada podría corromperle?
WILDE: Si se refiere a la diferencia de edades...
CARSON: No, señor. Estoy hablando con sensatez.
WILDE: No creo que ninguna persona influencie a otra.
CARSON: ¿No le parece que adular a un joven, haciéndole el amor, sería, en realidad, corromperlo?
WILDE: No.
CARSON: ¿Dónde se encontraba Lord Alfred Douglas cuando usted le escribió esa carta?
WILDE: En el Savoy. Y yo estaba en Babbacombe, cerca de Torquay.
CARSON: ¿Era una carta en respuesta a algo que él le había enviado?
WILDE: Sí, a un poema.
CARSON: ¿Por qué un hombre de su edad se dirige a un joven de casi veinte años, diciéndole «muchacho mío»
WILDE: Estaba encariñado con él. Siempre lo estuve.
CARSON: ¿Usted le adora?
WILDE: No. Pero siempre me ha gustado. Pienso que la carta es muy hermosa. Es un poema. Al hacerlo yo no escribía una carta común. Usted puede interrogar me acerca de si el Rey Lear, o un soneto de Shakespeare son más decentes.
CARSON: Apartándonos del arte, señor Wilde...
WILDE: No puedo contestar, apartándome del arte.
CARSON: Suponiendo que un hombre que no fuera un artista hubiese escrito esta carta, ¿diría usted que es una carta decente?
WILDE: Un hombre que no fuera un artista no podría haber escrito esa carta.
CARSON: ¿Por qué?
WILDE: Porque nadie más que un artista puede escribirla. Por supuesto no podría usar ese lenguaje, a menos que fuera un hombre de letras.
….
CLARKE: ¿Qué dice usted ahora sobre El retrato de Dorian Gray?
WILDE: El señor Walter Pater me escribió varias cartas sobre ese libro. Y, a causa de lo que decía en ellas, modifiqué un pasaje. El libro fue ampliamente revisado, incluso por el mismo señor Pater. Escribí una contestación a las críticas que aparecieron en el Scott Observer.
CLARKE: (Lee unos pasajes de Dorian Gray de acentuación opuesta a los leídos por Carson; enseguida leyó unos párrafos de la carta de Wilde al director del Scott Observer, con fecha 9 de julio de 1890). «Su crítico, señor, mientras admite que el relato en cuestión es francamente un trabajo de un hombre de letras, el trabajo de alguien que tiene cerebro, arte y estilo, sugiere, sin embargo, con toda seriedad, que se ha escrito con el propósito de que sea leído por los más depravados miembros de la clase ignorante y delictuosa. Ahora bien, señor; yo no creo que la clase delictuosa e ignorante lea otra cosa que no sean los diarios. Naturalmente, no estarían capacitados para entender nada mío. Así que dejémoslo pasar. Y sobre la amplia cuestión de por qué un hombre de letras escribe, a pesar de todo, déjeme decirle esto: El placer que se siente en crear una obra de arte es un placer puramente personal, y es por esa causa que uno crea. El artista escribe con miras a ese objetivo. Nada más le interesa. Lo que la gente dirá después ni siquiera se le ocurre pensarlo. Está fascinado por lo que tiene entre manos. Es indiferente a los otros. Yo escribo porque al escribir me da el más grande deleite artístico. Si mi trabajo gusta a unos pocos, me doy por satisfecho. Si no les gusta, no me causa dolor. En cuanto a la chusma, no deseo ser un novelista popular; es demasiado fácil serlo. Su crítico entonces, señor, comete el crimen absolutamente im perdonable de tratar de confundir al artista con el tema. Para esto, señor, no existe perdón alguno. De un escritor que es la más grande figura de la literatura mundial desde los días de Grecia, Keats recalcaba que tenía tanto placer en concebir la maldad como en concebir el bien. Deje que su crítico, señor, considere el valor de la fina crítica de Keats, porque es bajo esas condiciones que un artista trabaja. Uno está muy lejos del tema. Cuanto más lejos está, más libremente puede un artista trabajar. Su crítico sugiere que no aclaro bastante si prefiero la virtud a la maldad, o la maldad a la virtud. Un artista, señor, no tiene ninguna simpatía ética. La virtud y la maldad se le aparecen tan simple mente como los colores, en su paleta, a un pintor, ni más ni menos. Sabe que por ellos puede lograr algún efecto artístico y trata de hacerlo. Yago puede ser moralmente horrible, e Imógena inmaculadamente pura. Shakespeare, como dijo Keats, sentía tanto placer al crear al uno como a la otra. Era necesario, señor, para el dramático desenvolvimiento del relato, rodear a Dorian Gray de una atmósfera de corrupción moral. De otra manera no hubiera tenido ningún significado y la trama ningún fin. Conservar esta atmósfera vaga, in determinada y maravillosa, era la aspiración que tenía el artista que escribió el relato. Declaro, señor, que ha triunfado. Cada hombre ve su propio pecado en Dorian Gray. Cuál es el pecado de Dorian Gray nadie lo sabe. El que lo descubre lo lleva en sí»
Primer proceso
CLARKE: Con referencia a El retrato de Dorian Gray, se trata de una historia muy simple, que se publicó por primera vez en la revista Lippincot, una de las más importantes que produce la literatura periodística norteamericana. Fue publicada después en Inglaterra, cuando el señor Wilde, cediendo a las sugerencias de unos de los más completos críticos de nuestra época, el señor Walter Pater, modificó especialmente un pasaje que le exponía a una interpretación desagradable. Desde entonces la obra ha estado en constante circulación, vendida en todas las librerías inglesas. Y ahora ese pasaje ha sido leído en el tribunal, para probar que el señor Wilde es una persona inmoral. El retrato de Dorian Gray es una alegría pura y simple. Pero el señor Wilde no puede ser juzgado por los mismos patrones que se usan para juzgar a otros hombres, pues es un escritor muy original, un gigante intelectual, que no pretende estar guiado por los mismos sentimientos que animan a otros hombres menos dotados.
Caballeros del jurado: Si ustedes formaran un comité, reunido para considerar si ese libro debería ser aprobado, yo no tendría la más leve vacilación en defender ante ustedes. Y, sin embargo, ese libro ha sido atacado en un interrogatorio, para hacerles ver que su autor tiene que ser un hombre inmoral. ¿Puede haber algún procedimiento menos honesto que el que señalo?